Sé que dije que volvería pronto por el blog, pero no ha sido así.
Sé que dejé a medio terminar la crónica de nuestra escapada de aniversario a Barcelona y Andorra, pero dejar en el tintero las últimas entradas tuvo una muy buena justificación.
Estuve un mes en Cádiz, de finales de mayo a finales de junio. Y no… no pisé la playa, ni casi pude disfrutar de sol y las comidas de mi madre. Bueno… a mi madre si la ví, claro. Pero fue aquí…
Para quien no lo sepa o no se haya percatado del cartelito en la fachada, eso es el Hospital Puerta del Mar (Cádiz).
Mis hermanas me avisaron que mi madre estaba hospitalizada y pendiente de operación debido a una perforación intestinal, así que tuvimos que salir pitando en el primer vuelo de la mañana al día siguiente. Se me revolvieron muchas cosas esa noche. Muchos malos recuerdos y sensaciones vinieron de golpe y porrazo.
Yo pasé una mala noche, a qué negarlo, aunque supongo que no peor que mi propia madre o mis hermanas. Me metí en la cama a la 1 a.m preparando maleta, cancelando mis propias citas médicas (ya hablaré en otro post) y ultimando todo. Para cuando el despertador sonó a las 4 a.m. yo estaba en cama, pero con los ojos aún como platos.
Y no es para menos. Mi madre nunca estuvo en un hospital, salvo de cuidadora de alguien. Nunca tuvo nada, gracias a Dios, que la hiciera ser ingresada. Cuando realmente ha pasado por trances en los que ha tenido que ir, ha sido por huesos rotos… y eso, discutiendo con ella para que fuera, porque a terca para pisar el hospital no la gana nadie. Así que, cuando mis hermanas me dijeron que ella misma había pedido que la llevaran, mi susto fue morrocotudo (el suyo y de mis hermanas también, claro).
De la primera intervención salió bastante bien, tanto como para pensar que en pocos días nos la devolverían a casa, de lo recuperada que estaba. Pero la cosa se complicó 4 días más tarde cuando tuvo que ser intervenida de nuevo (y en esa segunda intervención, le hicieron la oferta de un 2×1). Algo que pudo haber sido evitado totalmente, si en la primera hubieran mirado bien y hubieran hecho su trabajo con diligencia. Al menos los cirujanos de la segunda (y tercera, recuerden… 2×1) intervención, demostraron ser más profesionales y tener más pericia.
Claro, esa recuperación fue más lenta; al fin y al cabo fueron 3 operaciones en menos de 5 días. Tardó como unos 16 días en salir del hospital. Y luego tuvo que continuar con su tratamiento de curas a domicilio.
Ahora, dos meses más tarde, está muy recuperada y bastante bien. :)
Pero fue unas semanas intensas y duras para todos. De no dormir, de no comer, de no descansar. A mí me quedaron ya olvidadas las fuerzas que cogí en el Spa de Caldea (Andorra), ese del que aún no he podido escribir.
He estado bastante agotada desde entonces, incluso estando ya de regreso en Suiza. Sin ganas de mucho, la verdad. Me da la impresión de no haber disfrutado este año del verano. Ahora que parece acabarse por estas tierras, es una pena ver que le he dejado escapar. Pero creo que esta vez está más que justificado.
En el camino al hospital cada mañana, veía este dibujito pintado en la puerta de una caja de cuadro eléctrico. Y al menos eso me hacía sonreír…
A pesar de todo, tengo que estar contenta porque todo parece haber salido bien. :)
Espero poder terminar esa crónica pronto y seguir contandoos más cosas.
Me alegro que todo haya salido bien!!! Un beso y abrazo muy fuerte!! Recupérate que te queremos ver en forma a la de ya ???
Pablo, sí, eso parece… aunque ya digo que el susto fue grande. Se remueven muchas cosas por dentro en situaciones como esta. Creo que es el miedo de todos los que vivimos fuera… que te llamen de urgencia en casos como estos. Pero al menos todo ha salido bien.
Lo importante es que tu madre ya está recuperada. Y ahora a planear la próxima visita a la tierra para descansar y para estar con ella, sin médicos de por medio.
Un abrazo
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