La cena en la isla de Miyajima fue nuestra primera experiencia con la cena tradicional japonesa. Nada más sentarnos en la mesa teníamos esperándonos esto:


Luego trajeron la cesta de sashimi (pescado crudo) con la sopa miso.



El sashimi me impresionó, porque vino echando humito (literal) supongo que para hacerlo bonito, y con las cabezas del pescado y las gambas de adorno. Que a mí me gusta ver las frescura del pescado en los ojitos, pero de ahí a que me mire directamente desde la mesa, como que no. Tuve suerte…. el sashimi no era para mí, jajaja.
Vino la camarera con la raíz de wasabi y la raspó directamente… acostumbrados como estábamos a la pasta de wasabi europea, esa no tenía nada que ver, ni en olor ni en sabor.

Y luego empezaron a venir el resto de los platos (de algunos no hice fotito)









Estos pescaítos de arriba, se mezclaban con el arroz y a mí me recordaron a las tradicionales y gaditanas parpujitas que comía en mi infancia, las cuales se dejaron de vender hace años debido a eso de «pezqueñines no, gracias». Aunque no estaban fritos, estaban buenísimos… :)
Ya digo que a algunos platos se me pasó hacerle la foto…
Y tras todo esto… el postre:

Como véis, son muchos platitos pequeños. Parece poco, pero puedo asegurar que llenar, llenan. ;)
Hubo cosas que me dió impresión probar, pero al menos lo intenté, que ya es más de lo que hizo Luy con algunos (sus parpujitas se quedaron en el cuenco enteritas). Desde luego, tanto decir que iba dispuesto a probar de todo y resulta que la que lo hice fuí yo… xD
Y si me descantillo, salgo de allí rodando… ¡qué bueno estaba todo! :)
La cena que hicimos en Fuji fue más o menos parecida… fuimos los últimos en salir del restaurante del hotel. Ya digo que por poco salgo rodando… jajaja.
Te guste más o menos, los ingredientes son todos de una gran calidad.
En lo referente al desayuno, en varios de los hoteles donde estuvimos, teníamos la opción de tomarlo bien de estilo occidental, bien de estilo japonés. Elegíamos, siempre que podíamos, el desayuno occidental, porque echábamos de menos el zumito, el café y la tostada por la mañana. Sólo en uno de los hoteles (Nagoya) la única opción de desayuno era la japonesa, así que no nos libramos.
Estaba buenísimo, lo malo es que el desayuno japonés es exactamente igual que una cena o un almuerzo: sopa miso, arroz, algo de sashimi, algo de huevo (en teoría tenía que haber sido cocido, pero nosotros lo hicimos revuelto, jaja)… Aderezado, eso sí, con té y/o café.
Ya digo que estaba todo muy bueno. A esas alturas del viaje, ya hasta el chawanmushi (o lo que nosotros llamábamos «ese cuajo salado de huevo con más cosas«) me lo había comido sin rechistar. A Luy no le hacía nada de gracia, era de esos platos que dejaba sin tocar, así que me tocaba pillarle un par de cucharadas del suyo para disimular que ni lo había probado… como se hace con los niños, vamos :P.
Y es que, nuestro amigo Zordor clamará al cielo por lo que voy a decir, pero inundar el chawanmushi con salsa de soja fue todo un acierto… xD. Gracias a ese truco, dejé de comerme sólo un par de cucharadas a comerlo enterito: la salsa de soja es como el adobo en Cádiz, lo arregla tó… :P