Llegamos a Amsterdam con la lección aprendida, en parte gracias a la Lonely Planet, en parte por las experiencias de unas amigas mías que fueron allí una vez y no pudieron visitar la casa de Ana Frank debido a las colas para comprar una entrada para el mismo día.

Como casi todos nuestros viajes últimamente (así hicimos con Japón), preparamos de base un itinerario y cosas que queríamos ver, además de un planning con las cosas a ver cada día. Y después de esas dos valiosas fuentes de información (guía de viajes y experiencias personales de amigos) decidimos que lo mejor era ir con las entradas ya compradas online al Museo Van Gogh, a la casa de Ana Frank y al Rijksmuseum. ;)

Quizá las colas para los museos no hubieran supuesto ningún problema, pero las de la casa de Ana Frank, madre mía…. daban la vuelta a la manzana. Nosotros entramos un poco antes de la hora que habíamos reservado (estaba lloviendo) y no tuvimos que esperar, pero había gente allí que llevaba horas.

Lo curioso es que al dejar las cosas en nuestro hotel, lo primero que nos advirtieron en recepción era lo de las colas. Se sorprendieron gratamente al ver que habíamos hecho los deberes en casa, jajaja. Creo que esa previsión en españoles, no la esperaban ;).

Tras dejar las cosas en el hotel, nos dirijimos a nuestra primera cita: Ana Frank. La casa es claustrofóbica, muy estrecha. Estaba vacía de muebles, y aún así era difícil pasar por algunas zonas, debido a la gente vistándola. Recibe una media de 1.000.000 de personas al año; así de frecuentada es esta «atracción». Supongo que sabréis por qué lo entrecomillo… estar allí dentro, leer los pasajes del diario de una niña judía que tuvo que esonderse durante tanto tiempo junto a su familia y amigos en aquella casa es de todo menos atractivo. Deja una sensación amarga, un nudo en la garganta. Pero al mismo tiempo, es algo que se tiene que ver, para no olvidar jamás, para que no se repita jamás.

Al día siguiente fuimos de museos. El primero el Van Gogh, también lleno de gente. En esta visita me acordé mucho de mis amigas de Cádiz, porque cuando ellas estuvieron estuvieron allí, echaron en él media tarde larga… nosotros nos lo ventilamos en unas 2 horas y algo. Y no porque yo no me detuviera a leer los carteles (que me encanta… :P). Casi tardé más en la tienda que en el museo, jajaja.

A la salida, hacía solete y la gente tenía ganas de hacer acopio de vitaminas en la pradera en la que se encuentran los museos. Nosotros almorzamos allí cerca, y nos acercamos después al Rijksmuseum, que era lo siguiente en la lista ese día, y para el que también habíamos comprado entradas online.

Este segundo museo alberga, además de cuadros, una colección de porcelana de Delft y varias cosas más :).

Fue un día completito. Y cansado, que estar de museos todo el día es agotador. Además, una cosa que no os he dicho, es que a Holanda fui lesionada de un pie, así que tanta caminata me dejó muerta. Porque ir y venir a la zona de los Museos andando era un trechito… ;)

Porque Amsterdam, sin duda, es para recorrerla a pie. Pero de esos paseos y sus descubrimientos, hablaré más adelante.