Tras un largo paréntesis, voy a ir terminando (por fín!) con el viaje que me marqué con mis amigas de Cádiz este verano. Ya era hora, ¿no? :P
¿Dónde me quedé?.. Ah, sí… Viena :)
Si de Praga me fui sin ver el Museo Mucha, de Viena no me quería marchar sin haber visitado «El Beso» de Gustav Klimt, que se encuentra expuesto el la Galería del Belvedere. Obviamente, del cuadro no tengo fotos. Para que quedara constancia de que entré, sí que hice fotos del Palacio Belvedere. :)
Como véis por las fotos, nos hizo un día bastante gris y fresco, así que invitaba a permanecer dentro de algún recinto, antes que estar paseando por la calle.
Sin embargo, a veces, pasear sin rumbo por una ciudad que no concoes, a pesar de la lluvia, trae consigo toparse con maravillas como la arquitectura de Hundertwasser.
Así, sin comerlo ni beberlo, tras visitar la galería del Belvedere, almorzamos y nos fuimos a calllejear y nos dimos de bruces con el KunstHausWien, museo que alberga una colección de dicho artista.
Sus formas sinuosas, sus colores, sus azulejos… todo en estos edificios dan unas ganas enormes de sentarte a contemplarlos. Pero incluso en su patio interior, alberga una belleza casi infantil, como el dibujo de un niño que hace sus primeros pinitos en formas y colores…
No entramos en el museo en sí, pero sí que fisgoneamos un poco en la tienda y vimos (gracias al truco de mirar postales de las cosas importantes que ver, que me enseño en Londres mi amiga Ana) que había otro edificio de Hundertwasser cerca. Así, que nos fuimos a buscarlo. ;)
Por cierto, que por el camino a este segundo edificio, me encontré con otros dos Space Invaders…. :)
Y a los pocos minutos de buscarlo, lo encontramos….
La Hundertwasser Haus, un edificio de casas, con juegos de espejos, espacios irregulares, muchísimo verde saliendo incluso del mismo edificio y sobre todo mucho colorido, como no podía ser menos.
Me metí en la cama con un subidón de alegría enorme. Sin duda esos edificios están cargados de energía positiva… Vivir allí tiene que ser ya alucinante!! :)
Al día siguiente nos esperaba un largo viaje a Budapest. No por el viaje en sí, que son sólo unas dos horas y 49 minutos… sino porque el tren tuvo una avería antes incluso de llegar a la primera parada.
Tardaron un buen rato en solucionarla una vez que llegamos, a duras penas, a esa primera estación, y nos retrasamos, mínimo, 70 minutos (aunque cuando hice la foto siguiente, aún ponía sólo 60 minutos, al final fueron más…).
Y con esto y un bizcocho… próxima parada: Budapest ;)