«el cielo está cansado ya de ver, la lluvia caer;
y cada día que pasa es uno más, parecido a ayer..»
Si es cuestión de confesar, como dice la canción de Shakira, hoy hace medio año que vinimos a este país.
Medio año desde que Luy escribiera ese post de despedida en su blog. Medio año desde que dejamos nuestro piso alquilado en Londres, y cargando las maletas, nos metimos en el de Merrion Road, dejando atrás Stratford, la línea roja de metro, Pret a Manger, Raquel y Javi, Abbs, los paseos por Picadilly y Leicester Square, las compras en Morrisons o Sainsbury’s, el mercado de Camden los fines de semana, las cenitas en el Tuk Tuk, y todo rastro de nuestra vida londinense.
Parece que fuera ayer, no? A mí, según el día me lo parece… pero no estoy en esos días. A mí se me pasa el tiempo lento, lento. Miro el reloj y veo pasar los minutos, los segundos, como si tuvieran plomos en los bolsillos. Me desespero. Supongo que no tengo paciencia… eso será.
Sé por qué estoy aquí, y por qué vine aquí, pero últimamente me pregunto, para qué estoy aquí. No es que no me haya adaptado, es que aún estoy en proceso de ello, y aunque he conseguido bastantes avances, no siento que sean los suficientes. Me gustaría levantarme cada mañana a un horario fijo, sabiendo que voy a ir a un sitio concreto los cinco días de la semana; saber que tengo mis propios ingresos, y mi independencia; saber que paso menos horas metida en casa, con el oído puesto al otro lado de la pared o delante del ordenador.
Me gustaría estar hecha de otra pasta, o quizá fundirme de nuevo en la fragua de la vida y salir como el Ave Fenix, airosa en el combate, pero me da que mi papel en este teatro que llamamos vida es el de triste, como el de Antonio en el Mercader de Venecia. Sólo veo negativos, nunca positivos, y eso tarde o temprano pasa factura en mi terreno de juego.
Veo grises, nubes, lluvia… siento angustia cada vez que salgo a la calle; me he dado cuenta que estoy desarrollando ansiedad cada vez que cruzo mi puerta. Qué hago fuera, en la calle, en una ciudad que no es mía, que no siento mía…? Mientras, siento que me estoy perdiendo la vida al otro lado del mapa… que no puedo compartir sus momentos de alegría o de tristeza: trabajos encontrados, novios perdidos, accidentes, luchas por seguir viviendo a pesar de los tumores y dolores de huesos varios, separaciones, nacimientos…
Pero aún así, tengo mis remedios para salir adelante… como Karen Blixen, pienso en los momentos felices: conocer palmo a palmo mi zona de delivery, quitarme las medias en mitad de Regent’s Park, el concierto de Bon Jovi, las excursiones a Bath o Stratford Upon Avon, We will rock you o Los miserables en el West End, la Puerta del Infierno de Rodin, el año nuevo chino, el alumbrado de Navidad de Oxford Street… y cuando ya no puedo más, cuando las lágrimas afloran…..
» Y cuando veo que no puedo seguir soportándolo, aguanto aún un momento más y entonces sé que puedo soportar cualquier cosa…»
Supongo que sabes qeu mañana te va a caer una bronca por positiva , no?? Pues preparaté porque tu amiga Ana te va a recordar que al principio en London tampoco era nada tan bonito y que si todos ponemos un poco de nuestra parte en otros seis meses estarás tan contenta como estabas allÑ… Y… ¿¿Desde cuando te gustaba el Pret?? No te voy a recordar nuestras conversaciones sandwitcheras que es peor.
Y si es necesario una excusa para salir cada mañana piensa que debes dar mi número de teléfono a cada irlandés que veas por la calle… Y nada de estar triste que la vida son dos dÑas y quiero ser tÑa pronto.